Santa Teresa

Esta representación de Santa Teresa se distancia del modelo establecido por Fray Juan de la Miseria, pero sin alejarse de la sobriedad propia de la iconografía original de la santa carmelita. La escena describe el instante inmediatamente anterior al episodio de la transverberación, ya que en la parte superior aparece, envuelta en nubes, la flecha de fuego que, enviada por dos parejas de querubines, se dirige hacia el corazón de la santa para atravesarlo y producir el éxtasis. Un poco antes de ser sorprendida por esta visión se encontraba escribiendo tal y como lo indican los libros, manuscritos y la pluma en el tintero, que aparecen sobre la mesa de su escritorio. La figura de la santa, con su hábito de carmelita y actitud de “arrobo espiritual”, ocupa la mayor parte del lienzo, representando una de las vivencias de esta mística española. La figura de Santa Teresa es una muestra fiel de los prototipos realizados por Ribera; de rostro jovial y con mirada profundamente meditativa, su silueta parece emerger de un fondo de gradaciones ocres que restan dramatismo a la composición. La iluminación del cuadro es típicamente barroca, con ella el autor ha sabido unir perfectamente la intensidad y el clima religioso con la concepción clásica del dibujo, impregnando todo el cuadro de una gran belleza y equilibrio. Todo él respira serenidad y encanto, sin concesiones a grandes alardes escénicos.