Existe unánime opinión en considerar este dibujo uno de los más interesantes salidos de la mano del maestro, considerándose el estadío final en la preparación para el cuadro de idéntico título que perteneció a la Colección Real y se perdiera a raíz del incendio que sufriera el Alcázar de Madrid, donde formaba parte de la decoración del Salón de los Espejos junto a otro, también perdido, que representaba a Jael y Sísara.
Técnicamente, es de una perfección admirable, dentro de la línea de otros dibujos del maestro conservados en diferentes colecciones europeas, algunas de cuyas figuras repite, plasmando fielmente la escena recogida en el relato bíblico.
En el lateral izquierdo, tras una cortina que descansa sobre un plinto, aparece la figura de un soldado con casco, figura que se relaciona con una Cabeza de guerrero que se conserva en el Museo del Prado. El centro de la composición lo ocupa la figura de Dalila sobre una especie de almohadones y con los brazos extendidos. Sobre sus piernas, se encuentra, medio recostado en el suelo, Sansón, cuyo cuerpo se cubre solamente por una especie de paño de pureza. Tras él, una figura masculina parece que está cortándole el cabello mientras duerme, siguiendo la descripción del relato del Antiguo Testamento. En el lateral derecho, aparece otra figura masculina y, tras la misma, un soldado desenvainando una espada con su mano derecha, quedando insinuados tras él un grupo de soldados de los que solamente se aprecia el dibujo de una cabeza y varias lanzas.