Sentado en un sillón frailero de respaldo azul y clavazón dorada, se encuentra san Anselmo, casi de frente, representado como un hombre de mediana edad. Está en lo que se adivina es una espaciosa habitación, a juzgar por la base sobre la que se desplanta la gruesa columna que se aprecia, así como por el amplio cortinaje rojo que cae en dos pliegues de la parte superior, mismo que oculta parcialmente un magnífico librero, con dos estantes llenos de grandes volúmenes. El santo, que luce una amplia tonsura, bigote y barba que crece poco bajo el mentón, porta una larga alba ceñida a la cintura con un cíngulo rosado, misma que presenta un fino y rico encaje tanto en los puños como en la ancha banda que circunda el borde inferior. Lleva cruzada sobre el pecho una estola que hace juego con la magnífica capa pluvial con que está revestido, la cual, bordada con hilos de oro, y cuyas dos orlas quedan unidas por una franja sobre el pecho, presenta un forro de color gris azulado. Sujeta una pluma con la mano derecha, y detiene sobre sus piernas una hoja de papel enrollada con la mano izquierda. Junto a él se encuentra una mesa cubierta con un mantel de color guinda, sobre la cual vemos el papel en que se encontraba escribiendo, así como un tintero de plata y una mitra blanca, decorada con perlas y guías vegetales en dorado. En la esquina inferior izquierda del cuadro se halla un libro abierto del cual vemos sólo una parte intensamente iluminada, pues el resto queda en una densa sombra.