En esta pintura, Cabrera representa a san Ignacio de Loyola ataviado con el traje talar de color negro propio de la orden, mostrando un ademán seguro y retórico que dirige hacia lo alto. El santo jesuíta se encuentra acompañado por diversos símbolos: en su mano empuña la regla de la orden que contiene su divisa distintiva: Ad Maiorem Dei Gloriam (A la mayor gloria de Dios); el anagrama con el nombre de Jesús plasmado en el estandarte rojo que sostiene un angelillo en la zona izquierda de la composición; a sus pies, en clara alusión a la herejía que fue pisoteada por este ilustre varón, se observa una mujer desnuda con una serpiente, acompañada de algunos libros contrarios a la doctrina cristiana. La mirada del santo se dirige a un pequeño rompimiento de gloria que tiene en su interior un triángulo, elemento que probablemente alude a la intensa devoción que el fundador de la Compañía le procesó en vida a la Santísima Trinidad. Debido a sus pequeñas dimensiones es posible que la pieza estuviera dedicada a la devoción privada, formando parte de un piadoso interior doméstico. Esta obra ingresó al MUNAL procedente de la Pinacoteca Virreinal de San Diego en el año 2000.