En un formato ovalado, la figura de san Joaquín ocupa el centro de la composición. Se trata de un hombre anciano, de mirada dulce. Sentado en una posición de tres cuartos, su mirada se dirige al espectador. Viste una túnica azul marina y un manto rojo con aplicaciones doradas en forma de flores y, en el borde del manto, de grecas. Un armiño lo cubre como una pequeña capa y calza unas sandalias. Lleva con sus dos manos un libro también con aplicaciones doradas y está sentado sobre las nubes, las cuales ocupan todo el fondo de la composición. A los lados, en la parte superior, aparecen dos parejas de querubines.