Uno de los artistas reconocidos en el ámbito de la pintura culta del siglo XVIII en la capital del virreinato fue José de Páez, que pintó obras de gran calidad pero que han sido aun menos estudiadas que las de Miguel Cabrera, por lo que poco se sabe del pintor. Este artífice tiene una gran producción que se ha supuesto tanto local como de importación a otros virreinatos e incluso en España, como cuando realizó varias series de pinturas de mestizaje que mostraban el resultado de la unión de distintas castas y razas en la Nueva España. Aunque los datos sobre su formación son escasos, se ha supuesto que pudo ser al lado del pintor Nicolás Enríquez, porque el padre de Páez fue testigo de un matrimonio al lado de dicho artífice cuando José tendría cerca de 11 años.[1]
Tal como Miguel Cabrera en su obra del mismo santo y que también pertenece a la Colección del Museo Amparo, Páez eligió representar a san Juan Nepomuceno en un momento íntimo de oración en lugar de su martirio, destacando la paz de sus actos. De forma similar también a la pintura de Cabrera, ubicó al personaje tras un enmarcamiento arquitectónico ovalado, en donde plasmó su firma: “Joseph de Paez, fecit Mexico”. Llama la atención que la pintura se hizo en México, pues el destacar el locativo es indicativo de la importancia que el pintor dio a su trabajo y su contexto. El tono de la obra de Páez es diferente a la de Cabrera pues el santo está erguido y mira de frente, levantando el crucifijo como símbolo de fe y sosteniendo también la palma de martirio, que toma con la misma mano que el bonete doctoral. Pese a que no cabe duda de quién es el personaje ya que se identifica fácilmente por la claridad de sus atributos, una cartela reitera que se trata de san Juan Nepomuceno mártir.
El trabajo de Páez es fino y cuidadoso, y presenta dos tipos de pincelada, una suelta para dar ligereza y movimiento, por ejemplo en el cabello del santo, las nubes o los pliegues de la tela; y otra precisa y delineada, en las mangas de encaje o las venas de la mano. La pieza, sencilla y contundente, cumple su objetivo al presentar al santo de manera directa y humana, pero con una suavidad divina.
[1]. Tovar de Teresa, Guillermo, Repertorio de artistas en México, tomo III: P-Z, México, Grupo Financiero Bancomer, 1997, p. 26.
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