Escultura de bulto que muestra al arcángel San Miguel como un gallardo joven, alado y con el cabello crespado. Se encuentra parado sobre un cúmulo de nubes de las cuales emergen cuatro caras angelicales de rostro sereno y alas azules, que simbolizan que Miguel es el príncipe de los ángeles y el enviado de Dios.[1] Sus brazos están abiertos en actitud triunfante, tal y como lo vio San Juan mientras escribía el Apocalipsis: “Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo”.[2]
San Miguel es uno de los tres arcángeles que aparecen mencionados en la Biblia y los textos lo señalan como el primero de los príncipes y el custodio del pueblo de Israel.[3] Es también el archiestratega de Dios y el Capitán de las milicias celestiales, por haber dirigido a los ángeles en la batalla contra el gran Dragón, quien fue derrotado y arrojado del cielo junto con sus ángeles.[4]
La iconografía de este arcángel, se nutre en especial del Apocalipsis,[5] por lo que se le ha representado en occidente, como un ángel guerrero que porta armadura, una espada desenvainada o lanza, con la cual vence al demonio. En este caso, la indumentaria que lleva esta imagen es muy interesante analizarla, porque el artista reinterpretó y combinó el atavío civil de los siglos XVI y XVII con el uniforme militar con el que tradicionalmente se le representa que es el de los centuriones romanos. San Miguel viste túnica de mangas cortas y sobre ésta porta sobremangas –de color rojo, con flores, orla dorada y tiras en color azul que simulan cuero– usadas en el siglo XVI. Sobre la túnica, porta una coraza azul, decorada en el pecho con el sol, la luna y las estrellas[6] –perfiladas con punzonado y pinceladas en negro y blanco– y una franja dorada con un diseño floral y geométrico en la zona de la cintura. Lleva puesto un gregüesco[7] que hace juego con las sobremangas. Debajo de éste, sale un faldón color turquesa, con abertura al frente que deja al descubierto, muy al gusto barroco, ambas piernas.
Éste presenta una rica decoración fitomorfa de gran tamaño y en color dorado en la parte frontal, mientras que en la parte posterior el trabajo es mucho más simple y pequeño. La cenefa del faldón es ancha y presenta líneas y flores de cuatro pétalos punzonados, iguales a los encontrados en la cintura de la coraza. Calza unas medias botas azules que dejan al descubierto los dedos de los pies; y que están adornadas con elementos geométricos y florales. Rematando las botas, encontramos una tela roja que rodea la pierna que presenta un esgrafiado romboidal zigzagueante, que se sujeta al frente con un botón dorado.
La talla es de buena calidad, se nota que hubo una observación de la anatomía y un estudio del movimiento de las telas, ya que éstas se ondean y se separan del cuerpo. A pesar de su verticalidad, se aprecia una línea diagonal, que va de la mano derecha hasta el ángulo inferior izquierdo del faldón, lo que le imprime movimiento a la pieza. Hay que resaltar que el trabajo de la cabeza es excelente, el rostro posee rasgos finos y aunque sereno, es de gran expresividad.
Sus ojos castaños son de vidrio y miran directamente al espectador. La boca entreabierta –que deja ver dientes y lengua– pareciera que está a punto de hablar y con su voz expresarnos un mensaje divino. Pero sin lugar a dudas, el cabello es particularmente sobresaliente, el artista, usando gubias y trépanos, trabajó meticulosamente mechón por mechón, dándole a cada uno un gran movimiento.
Esta escultura por sus dimensiones, policromía y peana, posiblemente ocupó un lugar protagónico. Bien podría tratarse de una imagen hecha para una capilla en honor del santo arcángel, por lo que se presenta como un ángel victorioso. Lamentablemente ha perdido los atributos iconográficos que portaba en las manos,[8] pero por la disposición de éstas es posible que la mano derecha sostuviera una espada, o nada, y la izquierda llevara una palma (símbolo de la victoria) o un estandarte o escudo, con la frase: “Quis ut Deus” (Quién como Dios).
El artista que realizó esta escultura posiblemente conocía el cuadro de San Miguel venciendo al demonio del pintor flamenco Martín de Vos (1532-1603) que se encuentra en el retablo mayor de la catedral de Cuautitlán y que está fechado en 1581. Sobre este cuadro el arquitecto Manuel González Galván dice: “La bella figura de este arcángel influyó mucho en la posterior evolución y concepto plástico de las representaciones angélicas de la pintura colonial”.[9]
A pesar que nuestra escultura no presenta en la base al demonio, sí guarda una postura similar, la mano derecha se levanta triunfante y con la palma extendida, mientras que la izquierda sostiene una palma. En cuanto a escultura que pudiera haber servido de inspiración para la composición de esta obra, tenemos por ejemplo, la imagen de San Miguel del Milagro, en Tlaxcala.
El estado de conservación de la pieza presenta severos daños en la zona del cúmulo de nubes que tiene una fractura, los angelitos presentan golpes y pérdida de capa pictórica. La rodilla izquierda de San Miguel también está fracturada y encontramos varios faltantes y repintes en los brazos, las manos y el rostro. Sin embargo, el estofado de las vestiduras se encuentra en mejores condiciones. Esto puede deberse a que se repolicromó recientemente o bien, la escultura en algún momento fue vestida con un traje de tela y aprovechando el rostro asexuado del arcángel, lo convirtieron en alguna santa, lo que explicaría el buen estado de conservación del estofado y los dos orificios que se observan en las orejas10 –posiblemente para ponerle aretes– o simplemente se le pusieron vestiduras de tela, como es el caso de la imagen de San Miguel del Milagro en Tlaxcala, en donde la figura de San Miguel es revestido.
[1]. Báez Macías, 1979: 26.
[2]. Apocalipsis 10, 1-5.
[3]. En la Biblia aparece mencionado concretamente en el libro de Daniel (Daniel 10, 13; 12, 1). En el Nuevo Testamento es definido como arcángel en la carta de Judas 1, 9. “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda”.
[4]. Apocalipsis 12, 7-9.
[5]. Además del Apocalipsis, se han escrito otros textos dedicados a este Arcángel –sobre todo después del siglo V, cuando se extendió su devoción en Europa tras su aparición en el monte Gargano, en la región italiana de Apulia– de donde también se ha enriquecido su iconografía.
[6]. Elementos decorativos que surgen en el Renacimiento italiano y a los que se les ha dado varias interpretaciones como, el Antiguo y el Nuevo Testamento, Jesús y María, las almas de los elegidos y de los condenados. Fomento Cultural Banamex, 1993. Otra interpretación se basa en la invocación que hace san Pantaleón quien llama a este arcángel como: “Estrella máxima y lucero que acompaña al sol, porque después de Cristo que es el sol y la Santísima Virgen que es la luna, San Miguel es como el lucero que resplandece más santidad y luminosidad espiritual que los demás santos ángeles”, Báez Macías, 1979: 9.
[7]. Los gregüescos o greguescos (del italiano, grechesco, a la griega) son una especie de calzones antiguos. Esta prenda de vestir comenzó a usarse en Europa a principios del siglo XVI y mediados del siglo XVII. Agradezco la ayuda y la información proporcionada por el Mtro. Marco Antonio Silva Barón en cuestión de moda.
[8]. Tradicionalmente puede portar: una lanza, una espada, un estandarte, un escudo, una balanza, un báculo que termina en cruz y una palma.
[9]. González Galván, 2004: 153-154.
[10]. Agradezco la acertada observación que hizo el Dr. Pablo Amador Marrero con respecto a este punto.
Fuentes:
Biblia de Jerusalén, España, [s.e.], 1975.
Vorágine, Santiago de la, La leyenda dorada, vol. 2, España, Alianza Forma, 2004.
Báez Macías, Eduardo, El arcángel San Miguel, México, UNAM, 1979.
González Galván, Manuel, “El nuevo retablo de la catedral de Cuautitlán, México”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, primavera, año/vol. XXVI, núm. 84, UNAM, 2004. pp. 147-157.
Catálogo de la exposición San Miguel: príncipe de las milicias celestiales: iconografía del arcángel, siglos XVII al XX, Palacio de la Canal, San Miguel de Allende, 17 de septiembre de 1992-8 de enero de 1993, México, Banamex, Fomento Cultural Banamex.
Réau, Louis, Iconografía del arte cristiano, tomo I, vol. I., trad. de Daniel Alcoba, Barcelona, Serbal, 1996-1998, pp. 65-78.
Maquívar, María del Consuelo, El imaginero novohispano y su obra: las esculturas de Tepotzotlán, México, INAH, 1995.
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