Una gran distancia separa este retrato del que Rivera pintó de Angelina Beloff seis años antes en Brujas, el cual selló su entonces incipiente romance. En este retrato, las facciones de ella están reducidas a tan solo algunas líneas, las que sugieren una cabeza pequeña y también una boca diminuta, un rostro del cual se borró toda expresión. La figura parece emerger de un molde poco a poco. Carente de escorzo y con poco relieve, la obra muestra una simplificación anatómica extrema, por lo que se dificulta cualquier tipo de lectura psicológica. En este, el primero de los tres retratos de Angelina, los diversos elementos (el gato que descansa en el regazo de la modelo, el cuerpo recostado, la gama de bellos tonos grises, azules y blancos) proporcionan una interpretación serena de una mujer eternamente dispuesta a esperar. (“Diego Rivera: The Cubist Portraits, 1913-1917” [Diego Rivera: los retratos cubistas, 1913-1917]; Meadows Museum, SMU; Philip Wilson Publishers)
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