Si el Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de 1605 es un particular libro de caballerías, que coloca el humor en el centro de la fábula; la segunda parte, que verá la luz en 1615, es “algo más”, ese algo más, que dialoga a un tiempo con su primera parte (y sus lectores), pero también con el Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda de 1614. Un prodigio narrativo que, sin duda, es la mejor de sus obras literarias, la que le permitió ahondar más en los límites de la ficción, la que pone las bases de la novela moderna.
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