El pintor se autorretrata en el interior de su estudio, y mira al espectador con gesto inquisitivo y penetrante, tomando como referencia el autorretrato de Velázquez en Las Meninas, en el que tanto se inspira y al que remiten varios recursos presentes en esta obra. Así ocurre con la profundidad espacial que existe tras la figura, alcanzada por Sorolla con una composición muy estudiada, sin apenas otras referencias espaciales que los lienzos apoyados en las paredes. Con ellos el artista se reivindica a sí mismo como pintor, con el aplomo y seguridad que le brinda la etapa de madurez y triunfo que está experimentando en su carrera en este momento. La presencia de un lienzo vacío a la derecha de la composición constituye, probablemente, un homenaje más Las Meninas y al oficio de pintor.
Siguiendo esta línea de inspiración, Sorolla recurre aquí al colorido oscuro de la tradición del Siglo de Oro, sobrio pero brillante allí donde interesa resaltar algo, como la cabeza o el cuello de la camisa que la enmarca.