Este autorretrato es uno de los ocho que el museo conserva. Dedicado a Clotilde, como la mayoría de ellos, está ejecutado en un momento muy importante de la vida del pintor. Unos meses atrás, en febrero de 1909, había inaugurado en Nueva York una exposición individual en la Hispanic Society of America, que obtuvo un éxito de crítica, público y ventas sin precedentes, lo que proporcionó al pintor una gran seguridad económica y profesional.
Aunque se autorretrata en el estudio y en pleno proceso de pintar, se cubre la cabeza con un elegante sombrero de fieltro gris, siguiendo una larga tradición entre los pintores de autorretratarse vestidos formalmente y no en ropa de trabajo. En este retrato hecho para la intimidad de su familia hace gala de una gran libertad técnica, sacando máximo provecho a las calidades matéricas de la pintura, conjugando la pincelada casi líquida con trazos muy empastados y atrayendo la atención del espectador hacia el gesto y la intensidad de la mirada.