La obra de Manuel González Serrano se encuentra muy ligada a las tendencias internacionales del surrealismo y de la metafísica, ya que sus composiciones poseen elementos fuera de lugar, casi siempre con mensajes ocultos. Sin embargo, en este autorretrato, González Serrano se presenta a sí mismo tal cual se considera, plasmando sin temor lo que siente y piensa, proyectándose ante el mundo sin ningún recato. A pesar de que este cuadro no posee grandes dimensiones y sólo se muestra un pequeño fragmento del cuerpo del autor, podemos decir que pocos autorretratos logran transmitir con tanta intensidad la personalidad interior del artista. La pincelada pictórica y suelta comprueba la maestría de su técnica. Se trata aquí de una imagen un tanto intrigante. Este hombre despeinado y desaliñado, con la mirada hacia el espectador, por un lado vacía e introspectiva, por otro honesto y sensual, nos da una sensación de miedo. Al mismo tiempo, percibimos otros sentimientos como soledad, tristeza, desolación, drama, pasión, desesperación e incluso hasta adivinar una mentalidad suicida, en parte porque ya sabemos que era una persona desequilibrada emocionalmente. Vale la pena destacar la fecha precisa. González Serrano la inscribe muy visible en la parte superior de la pintura, cerca de su rostro. Con ella, el autor revela que la obra fue realizada en el transcurso de una sola noche, ya que la fecha dice: ?del 3 al 4 de septiembre de 1943?. Es una prueba textual del momento creativo y emocional por el que el artista estaba pasando, probablemente atormentado por la responsabilidad que representaba su primera exposición individual, que se llevaría a cabo 6 días después en la Biblioteca Benjamín Franklin. Vid. Renata Blaisten, Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.