Esta obra pertenece a la primera etapa artística de Antón González (1945-1947), de figuración expresionista, con colores vivos y cálidos, que según el estudioso Federico Torralba tiene una raíz alemana. Se trata todavía de una obra de formación y experimentación en la que el artista hace un uso del color y su potencia expresiva con fórmulas pictóricas que beben de las vanguardias fauvistas y expresionistas. Huye de la reproducción mimética de la realidad para profundizar en los valores estéticos y emocionales que puede adquirir la pintura sobre el lienzo. En 1947 inicia la serie de sus autorretratos, siendo éste el primero de ellos. Hanton se autorretrata en una composición de carácter simétrico jugando con una técnica pictórica de grandes masas de pigmento, que distribuye con pincelada amplia y muy empastada, apenas hay dibujo que defina las figuras. La forma queda trazada por los diferentes colores que contrastan entre sí y de este modo adquieren su forma e identidad en el espacio.