Este sepulcro, que se encuentra ubicado en el Panteón Real de la Catedral de Santiago, fue identificado tradicionalmente con la figura de Fernando II. Sin embargo, determinadas cuestiones estilísticas han llevado a encuadrar la pieza en un momento posterior, que coincidiría con la muerte de Alfonso IX en 1230, por lo cual se contempla la posibilidad de que la escultura del yaciente atribuida a Fernando II corresponda realmente a Alfonso IX y viceversa.
La estatua yacente se caracteriza por su cabello acaracolado sobre el que se ciñe una corona, símbolo de su poder real, barba perfilada y vestimenta conformada por túnica y manto. Destaca el hecho de que el personaje parece haberse abandonado al sueño. Según investigadores como Núñez Rodríguez, esto podría responder a un aspecto del pensamiento medieval, que se relaciona con la idea de que el rey no muere, quedando su muerte asociada con el descanso y con el sueño, en lugar de con el cese de la vida.