Cuentan que, al plantear la construcción de la catedral, los canónigos dijeron que harían una obra tal que la gente creería que se habían vuelto locos. Pero más que un síntoma de demencia, la catedral de Sevilla fue una demostración del poder y riqueza de la Iglesia sevillana en un período de esplendor.
El resultado fue el mayor templo gótico del mundo, terminado en los años en que se planeaba la expedición de Magallanes-Elcano, una obra de magnitud tan asombrosa que sigue y seguirá fascinando a todo el que se acerque a verla.