La Cueva de los Murciélagos, situada en la sierra litoral de la Contraviesa junto a la localidad de Albuñol, fue descubierta en 1831 por un vecino del lugar que aprovechaba la capa de guano depositado por los murciélagos en la entrada de la cueva, sustancia que pudo ser la causante de la buena conservación de los objetos de materia orgánica depositados en su interior. En 1857 una compañía minera inició la explotación de la cueva debido a la aparición de material de plomo. Se abrieron varias salas en el interior, donde se localizaron y destruyeron objetos de gran interés arqueológico, según refiere Manuel de Góngora en su obra de 1868. Este recuperó algunos de manos de los expoliadores, con cuyos informes reconstruiría las circunstancias del descubrimiento. En el repertorio de materiales recuperados por Góngora destacan, por su excepcional conservación, los objetos realizados en esparto: distintos tipos de cestillos, tapaderas, esteras y sandalias. Las dos sandalias del Museo Arqueológico de Granada están realizadas en esparto con núcleo central compuesto, que consiste en rodear ese núcleo con una cuerda en espiral, por torsión ó trenzado, que completa la suela. Entre los objetos recuperados, están presentes también los realizados en madera de roble, como medio cuenco y dos punzones que forman parte del depósito en el Museo Arqueológico de Granada. El yacimiento de La Cueva de los Murciélagos es excepcional debido a los escasos restos orgánicos prehistóricos conservados en la Península.