En las casas acomodadas del siglo XIX existía una diferenciación entre los espacios de utilidad pública, pensados a la vez como espacios de representación, como el recibidor, el comedor o los salones y los privados o íntimos, entre los cuales se encuentran los dormitorios. Al mismo tiempo se distinguía entre los espacios propios de los hombres como el despacho, la biblioteca o la sala de fumar y los utilizados por las mujeres.
Los dormitorios se dividían en dos ámbitos de características y usos diferenciados. Por una parte, la alcoba donde se ubicaba la cama y formaba parte de los espacios íntimos, y por otra la sala pensada como un espacio, utilizado principalmente por las mujeres, donde era posible recibir visitas de carácter más restringido. Para separar estos dos espacios, con frecuencia se utilizaban puertas correderas, que en determinadas ocasiones permitían preservar la intimidad de sus habitantes. Éstas que separan la alcoba de la sala isabelina de Can Llopis, actual Museo Romántico de Sitges, están decoradas con paisajes pintados a mano, de autor desconocido.
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