Labrado en una placa monolítica, el arquito de herradura, que contiene una gran venera de gallones convergentes, apea sobre columnas con basa ática y capiteles corintizantes. La pieza cerraba, con una indudable intención ornamental, el hueco en que se dispondría el grifo que haría caer el agua sobre la pila que se disponía a sus pies.