Existe también otro ejemplar en terracota, realizado por el propio Gargallo y repertoriado.
Esta pequeña y exuberante figura, con su delicioso atisbo de tiernas pezuñas que no sabemos si terminarán apareciendo completas o en realidad están transformándose en extremidades humanas, nos recuerda naturalmente imágenes de una mitología siempre subyugante, que a Gargallo pareció interesarle en muchos momentos, pero no deja de sugerirnos también, por la opulencia y desproporción intencionada de algunas de sus formas, unos claros antecedentes derivados de las venus prehistóricas. Es evidente que el escultor está buscando, a mitad de camino entre los aspectos más primitivos de las culturas mediterráneas y las inclinaciones simbolistas todavía presentes, su propio lenguaje, que comienza a perfilarse y pronto se definirá de manera muy precisa.