Paisaje romántico de la serranía de Ronda. Mediante la utilización de una perspectiva baja, se enfatiza la escenografía y la grandiosidad del entorno natural; recreándose en el tortuosismo de las rocas escarpadas repletas de cortes abruptos. La iluminación y los efectos del agua que caen desde la cascada contribuyen a potenciar la dramatización de la escena. Al pie de la imagen, un grupo de contrabandistas dispuestos junto a un río, aportan un toque colorista a la obra. Las actitudes y el atuendo popular de éstos, así como una mujer con un niño en brazos, establecen el anecdotismo característico del paisajismo andaluz.
Este paraje de la serranía de Ronda fue uno de los más transitados a mediados del siglo XIX. Como parte del "Camino inglés", los viajeros románticos elegían sintomáticamente esta ruta para trasladarse entre Gibraltar y Ronda, pasando por Gaucín, para ir a Granada, pese a ser el camino más esquivo y peligroso. Tal fue el auge de esta zona en la época, que otros pintores románticos como Jenaro Pérez Villaamil también la reflejaron en su obra, como atestigua "Vista del Castillo de Gaucín" (Museo del Romanticismo, Inv. CE7603).
En el camino, el viajero buscaba la experiencia de una posible aventura, además de deleitarse en las imágenes pintorescas de cada población, sus tipos y sus costumbres, así como en el exotismo de los vestigios históricos y la riqueza del entorno natural. De este modo, la serranía de Ronda, repleta de contrabandistas, suponía uno de los parajes más admirados por el viajero extranjero deseoso de emociones y nuevas experiencias, que deambulaban por estos lugares buscando el tópico de lo español. La figura de los contrabandistas y bandoleros estuvo envuelta durante todo el periodo romántico por un halo de misterio; alcanzando gran popularidad el legendario José María Hinojosa "el Tempranillo", que merodeaba por estas serranías de Ronda.
El pintor sevillano realizó otros cuadritos de temática similar, en los que en la majestuosidad del entorno natural aparecen pequeñas figuras de contrabandistas, como demuestra el lienzo, "Contrabandistas en la Cueva del Gato" (Museo de Bellas Artes de Sevilla, CE0327P).
Manuel Barrón fue considerado el máximo exponente de paisajismo romántico andaluz. Sus visiones pintorescas del entorno local le convierten en el principal seguidor de las concepciones del escocés David Roberts y del ferrolano Jenaro Pérez Villaamil a quienes, seguramente, conoció durante su juventud en Sevilla. A partir de 1860, la producción pictórica de Manuel Barrón dejará a un lado el pintoresquismo y la concepción romántica de su etapa inicial, para centrarse en el realismo de los paisajes naturales, produciendo obras de gran verismo. Destaca dentro de esta etapa de concepción más realista, la obra que realizó por encargo de la reina, Isabel II, "Vista de Sevilla desde el Puente de Triana", custodiada en el Palacio de Riofrío de Segovia.