"En algún momento de los primeros siglos de nuestra era, un orfebre del Valle del Cauca presionó siete delgadas láminas de oro sobre un caracol marino. Aún se aprecian los cuidadosos dobleces y las uniones con pequeñas grapas. La concha natural se deterioró, pero el oro conservó su forma". JSS
Con este objeto de poderoso atractivo —y con este texto— se da inicio en el Museo del Oro del Banco de la República de Bogotá a la visita de la sala El trabajo de los metales, dedicada a la tecnología metalúrgica de los indígenas prehispánicos. En él se reúnen la naturaleza, personificada en la concha del caracol, y la cultura, representada por el saber tecnológico complejo que permitía obtener el oro, fundirlo a temperaturas de 1063°C para purificarlo y luego martillarlo para obtener láminas.
También confluyen en él la mirada del arte de un orfebre anónimo que supo realzar la belleza de las formas espirales, y la función política de un cacique cuyos mensajeros hacían sonar esta trompeta de caracol para convocar a la comunidad, como si la voz de trueno del Sol, dorado como el oro, se hiciera presente para respaldar el poder del mandatario. EL
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