En las décadas de 1960 y 1970 se produjo lo que se ha dado en llamar la "desmaterialización" del objeto artístico: los movimientos más importantes de aquella época preconizaban obras con economía de medios, que solían centrarse en una idea o concepto, más que en el propio objeto. Por el contrario, los primeros años de la década de 1980 se caracterizaron por una vuelta a las tradiciones, tanto en pintura como en escultura. Fue en este período, tras dos décadas de dominio de la estética del Arte Minimalista y Conceptual, cuando Julian Schnabel desempeñó un papel esencial en el nacimiento de la pintura neoexpresionista en Estados Unidos, con una pincelada gestual y la elección de temas figurativos que supusieron para la pintura un cambio de orientación radical.
Schnabel alcanzó la fama en 1979 con obras realizadas con trozos de platos rotos, que constituyen el sello de su estilo personal, y que incrustaba en Bondo (una resina de poliéster parecida a la masilla) y cubría ligeramente con crudas imágenes para las que utilizaba gran cantidad de pintura al óleo. La serie, notable por sus grandes dimensiones, su vibrante textura y sus temas distorsionados, fue concebida tras un viaje que Schnabel realizó en 1978 a Barcelona, donde vio los mosaicos del arquitecto catalán Antonio Gaudí. En obras como la monumental España (Spain), transfiere la superficie del mosaico a la pintura, transformando ambas formas artísticas en el proceso: las tazas y platos rotos se proyectan como dentadas y escultóricas pinceladas, alterando el plano pictórico. Los remolinos de color de esta serie suelen representar figuras legendarias. Algunas de estas figuras recuerdan la obra de Pablo Picasso, pero Schnabel se inspira en múltiples fuentes, entre otras El Greco y los objetos propios de la cultura mexicana. La cabeza sin cuerpo que aparece en el centro de España es una imagen recurrente en la obra del artista. Aquí parece colocada en un ruedo, cerca del burladero, la barrera tras la cual se protege el torero del toro. Esta cabeza, con forma de morro, recuerda al toro y al torero. A Schnabel siempre le ha fascinado España y la cultura española. Los tonos amarillos y rojos también evocan al país, ya que son también los colores de la bandera española.