Remate de bastón con figura de caimán

Este remate seguramente adornaba el extremo del bastón de mando de un cacique zenú, respetado y reconocido en las Llanuras del Caribe alrededor del 100 d.C. El artífice sin duda se esmeró en la creación de este caimán que representa a aquellos Crocodylus acutus que abundaban en ríos y ciénagas de la región. En cera de abejas sin aguijón el orfebre modeló los detalles del cuerpo, la piel, los ojos, cejas y colmillos entrecruzados; también resaltó las características de la cola que los enormes lagartos mueven en sentido horizontal. El artesano pegó esta figura a un cono en cera adornado con hilos entorchados a manera de trenza, que sería luego el remate de bastón; seguramente en la punta del cono adicionó un cilindro en cera rematado en un embudo para que luego sirviera como boca por donde verter el metal fundido. Todo esto fue cubierto con sucesivas capas de arcilla que al endurecerse, formarían un molde susceptible de ser calentado al fuego para derretir y sacar la cera de su interior y dejar vacía y perfecta la impronta del caimán en su interior.

En este molde de arcilla entonces se vació el metal fundido -oro de alta ley- y al enfriarse se rompió el molde para sacar a la luz el caimán. Sin embargo, el orfebre no se esmeró en pulir la pieza luego de retirar los restos del molde. Se contentó con limpiarla y pasar algún abrasivo por la cola y por el borde del cono. En su superficie rugosa e irregular aún se aprecian rebabas y poros resultantes de una temperatura insuficiente del molde.

Aunque es difícil saber el significado exacto que estos lagartos tuvieron para los habitantes prehispánicos de las Llanuras del Caribe, su presencia en los adornos sugiere un lugar preponderante dentro de la cosmología y orden social aborigen. Los actuales indígenas zenúes de esta región ubican, dentro de la organización del universo, a los seres humanos como habitantes del espacio terrestre y a los seres sobrenaturales llamados “encantos” en los espacios celeste y subterráneo. En el subsuelo los encantos adoptan distintas formas pero sobresalen las de los animales de oro: cada laguna o manantial tiene un animal de oro como encanto; son dueños de los caminos y cuevas que existen bajo el agua. El caimán está catalogado como un animal que puede vivir en la tierra y en el agua y también como un animal subterráneo. Su ubicación dentro de distintas categorías le confiere un carácter especial, al punto de ser tenido como el principal encanto de oro, cuyo espíritu subterráneo sostiene al mundo. El Caimán de Oro tiene las mismas dimensiones que las del territorio del resguardo indígena zenú; cualquier intento por capturarlo, dicen los indígenas, podría provocar el fin del mundo. JSS