La tradición monetaria occidental nace en la región de Lidia (Asia Menor, actual Turquía) a finales del siglo VII a.C., dentro del ámbito cultural griego. Esta pieza, acuñada en la ciudad de Mileto, pertenece a una de las emisiones más antiguas conocidas. Están fabricadas en electro, una aleación de oro y plata que se da de forma natural en el territorio lidio, tanto en las minas del monte Tmolo como, sobre todo, en los depósitos aluviales del río Pactolo.
El aspecto globular de estas primeras monedas recuerda claramente a los lingotes. Sus tipos, marcados con punzones rehundidos, son también característicos de estas primeras series; en este caso, podemos distinguir un león de raíz oriental en el anverso y un reverso compuesto por tres motivos diferentes, una flor, un zorro y una cabecita de ciervo. Su peso (13,82 g) se adecúa al patrón metrológico del estátero, que en esta zona se situó en torno a los 14 gramos y que dio nombre a la unidad monetaria. El estátero contó con numerosas fracciones, como el hemiestátero (mitad) o el tetarté (cuarto).