Con este bodegón, Santamaría participó en la III Bienal Hispanoamericana de Arte, en Barcelona, 1955. Pertenece a una de las nuevas líneas temáticas de su producción artística, que emprende entre 1954 y 1956: "Botellas vacías". En ella se percibe ya un interés por nuevos tratamientos pictóricos, más allá de la "imitación", que tienden a resaltar los valores lumínicos y a aportar cierto grado de autonomía a las masas cromáticas, y sobre todo una valoración autónoma de la línea, que comienza a cobrar especial protagonismo, perfilando en nítidos contornos la plasticidad de los conjuntos. Los intereses estéticos de Santamaría van derivando hacia la simplificación y la descomposición formal, dentro de una geometrización de corte neo-cubista. No se trata de una ruptura, la sustitución fulminante de lo figurativo por valores abstractos, sino un lento y meditado proceso de maduración que le conducirá finalmente al uso de los lenguajes no imitativos, a la abstracción, a partir de 1956 tras un enriquecedor viaje por Europa.
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