La simbología del coro mateano responde a la necesidad de mantener la suntuosidad de las fachadas exteriores y la riqueza del Pórtico de la Gloria en el interior de la catedral, a la vez que llena de esplendor el lugar destinado a los puestos de gobierno espiritual. Presentado como “el templo dentro del templo”, tres fachadas y un trascoro conforman el espacio flanqueado por los propios pilares de la nave central.
El programa iconográfico exterior, el que era visible para los fieles que oían misa, combina relieves de torres que continúan la narración apocalíptica del Pórtico y evocan la nueva Jerusalén con sus murallas. Alternadas con las torres, voluminosas esculturas de profetas, evangelistas y apóstoles se disponen dentro de arcadas. De las 32 figuras que había en total se conservan 30, sin embargo, su identificación con personajes concretos es compleja, pues no llevan ningún atributo que las distinga más allá de la actitud con la que se las representa. Igual que con los Ancianos del Apocalipsis del pórtico, las figuras están agrupadas por parejas mediante el diálogo de posturas y miradas. Por orden aparecen profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc, Ageo, Zacarías y Malaquías), apóstoles (San Pedro, San Pablo, Santiago el Mayor, San Juan, San Andrés, San Felipe, San Bartolomé, Santo Tomás, San Mateo, Santiago el Menor, San Judas Tadeo y San Simón el Zelotes) y los cuatro evangelistas.
El trascoro se corresponde con la fachada principal y su ornamentación está compuesta por representaciones de personajes del Antiguo Testamento (Moisés, Aarón y Samuel) y los Reyes de Judá (Saúl, David y Salomón) en los laterales, acompañando al episodio de la Adoración de los Magos en el tímpano central, lugar donde destaca sobre las demás la figura de la Virgen María que crea el único motivo mariano de todo el conjunto catedralicio.
Los motivos labrados en el interior combinaban fantasía y liturgia a partes iguales. Sobre las columnas que separan los sitiales se dispone un grupo de “jóvenes cantores” imberbes peinados con rizos o trenzas. Algunos rostros sonríen mientras se disponen a cantar lo que, se intuye, estaría inscrito en las cartelas que sujetan. Para terminar, encerradas dentro de la arquitectura trebolada que da forma a la crestería se sitúan las sirenas y animales del bestiario medieval (centauros, basiliscos, águilas, dragones…).