Tras el escándalo que produjo la participación de su Naúfrago en la Exposición Nacional de 1890 , para la de 1895 Inurria se propuso dejar constancia de su calidad, llevando a la misma un asunto netamente histórico y cordobés, al que dotó concepción monumental, sentido historicista y gran realismo. De esta suerte representó al filósofo cordobés en actitud sedente, inspirando su cabeza en la del modelo barbado conservado en el Museo del Prado - tenido por entonces como representación más fiable de su rostro - y en actitud de dar la última lección magistral a sus discípulos poco antes de suicidarse para acatar los designios de Nerón: el ejemplo de su vida.
En un momento en que estaban de moda los asuntos de contenido social, esta obra entusiasmó a un jurado que le otorgó entonces consideración de segunda medalla, siéndole adquirida por el Estado, que la depositó en la sección de arte moderno del Museo en 1904.