Fruto de un largo proceso evolutivo, la moneda occidental nace en Lidia (actual Turquía) a finales del siglo VII a. C., aunque son los griegos quienes difundirán su valor y las ventajas de su uso. Desde las costas de Jonia a las de Iberia, la multitud de monedas puestas en circulación por las diferentes ciudades convertirán a estas pequeñas piezas en un poderoso vehículo de transmisión y expansión del modelo y de la cultura griega. Símbolos del Estado y de la identidad del ciudadano, su diseño es escrupulosamente elegido y elaborado.
En este complejo mundo de imágenes, las monedas de las prósperas colonias sicilianas consiguen destacar por su calidad artística y potencia visual. En el anverso, un águila, uno de los emblemas de la ciudad, sujeta entre sus garras a una liebre, acompañada por la inscripción “de los akragantinos”, mientras que en el reverso el otro símbolo de la polis, un cangrejo de río, un gigantesco pez –probablemente un mero– y dos minúsculos moluscos aparecen como dispuestos sobre un plato.