La obra nos presenta la figura infantil de un monaguillo, en los momentos previos a una procesión, vestido con una túnica dalmática que el artista ha descrito minuciosamente con todo detalle. La expresividad de la obra se centra en el gesto simpático y amable del personaje, que con sonrisa picaresca parece querer hacer partícipe del momento al espectador. El uso de la pincelada suelta y el tratamiento vitalista del color, tan del gusto de Grosso, contribuyen a conformar una escena alegre y llena de inocencia infantil.