En 1910 se inauguró en Moscú la exposición Sota de diamantes, de cuyo nombre fue responsable el propio Lariónov, en la que junto a sus obras exponían varios artistas rusos de vanguardia, como Goncharova, Mashkov y Konchalovski, que compartían su mismo propósito de integrar el cubismo francés, el expresionismo alemán y la cultura primitiva indígena. Ahora bien, la recuperación para el arte de las raíces populares primitivas no les llevó, como les ocurrió a los vanguardistas europeos, a inspirarse en culturas lejanas sino en el arte popular local. Por otra parte, la instalación de la muestra, muy apretada y en varios niveles, fue asimismo provocativa, y de ese modo, como señalan Bowlt y Misler, «convirtieron la exhibición en exhibicionismo».
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