Esta obra figuró entre las varias que, desde Roma, Muñoz Lucena envía a la Diputación en prueba de agradecimiento y donde trata un tema costumbrista de pura tradición italiana en el que se hace patente la fuerza y características de su pincelada. En ella, representa una perspectiva de una escalera en un paisaje campestre en el que una joven descalza, ataviada con traje popular y con un canasto en su brazo izquierdo, da de comer a un grupo de gallinas, mientras un pequeñuelo las observa sentado en uno de los peldaños.