El hombre creador y rebelde

El hombre creador y rebelde es el segmento mural que José Clemente Orozco realizó sobre la cúpula del Paraninfo Enrique Díaz de León que se ubica en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara. Orozco recurrió a la técnica del fresco que emplea pigmentos de origen mineral aplicados sobre un revoque húmedo de cal y arena. Trabajó con una mezcla de una proporción de dos partes de arena de río por una y media de cal viva en piedra. Debido a que la superficie a intervenir se seca con rapidez, sólo se prepara la porción del muro que podrá terminarse en el mismo día, por ello, el espacio pictórico se divide en áreas denominadas jornadas o tareas. Por las características de su acabado, esta técnica requiere de mucha precisión en el manejo de los materiales y de sus posibles reacciones químicas, así como de una exactitud en los trazos y las proporciones ya que no admite errores.

Inicialmente, el pintor imaginó a la cúpula como el escenario de un combate protagonizado por seres voladores que, entre lances y caídas, se disputaban el dominio del espacio arquitectónico. De estos primeros esbozos la imagen del rebelde conservó, con su actitud descendente, una parte del concepto preliminar. Posteriormente, Orozco decidió sustituir a los entes flotantes por hombres que, ya fuera sentados o inclinados, aparecían reunidos en torno a la linternilla. Entre los nuevos personajes hubo dos que comenzaron a consolidar los rasgos y las poses que hasta hoy los identifican: el maestro y el obrero.

En los trazos previos, el maestro aparece sentado y de medio cuerpo. Su brazo derecho figura en alto como signo de guía e instrucción, mientras que, el izquierdo, le sirve para sostener un libro y para cobijar a un grupo de pequeños alumnos que, después, desaparecen para ceder su lugar al sutil gesto de rescate que fusiona la mano del docente con la del rebelde que se precipita al vacío.
Desde los primeros esquemas, el obrero se eleva con imponente presencia. Pocas fueron las variaciones que este coloso experimentó cuando se le pasó al mural. La más evidente es que, bajo su mando, quedaron los controles de una agresiva y fantástica máquina.

El sabio o científico emerge de los apuntes con tres caras. En el fresco se le sumó un par de rostros que lo convirtieron en el formidable hombre pentafásico que, con sus múltiples miradas, evoca las infinitas regiones del intelecto.

El autor manifiesta su gran habilidad y conocimiento anatómico mediante la representación de las manos y de otras partes del cuerpo humano.