En La daga aparece una mujer en el momento de ser atacada por un asesino de arma blanca no visible en la escena. Enfocada desde una toma en picada, la protagonista se mira en primer plano con la cara poseída por un gesto de terror. El fondo oscuro contrasta con la luminosidad del rostro y se confunde con el vestido de la víctima. La luz cae sobre la zona de la cara y el cuello, en tanto el resto del cuadro está sometido a la oscuridad, dando a la escena un carácter teatral. Se distinguen el arma y unas manos apenas bosquejadas, mientras una delgada línea recta divide la escena en dos partes.
El color de sus cuadros, al igual que en sus grabados, suele ser de una gran sobriedad. Los sepias y los negros se combinan en un juego de gradaciones sutiles que hacen resaltar las áreas luminosas. La destreza de dibujante que respalda su obra pictórica le ha permitido desarrollar un importante trabajo dentro de los terrenos de la gráfica, donde muestra la misma calidad y precisión que en su pintura, como se aprecia en las dos monotipias que el artista realizó como estudios previos al óleo adquirido por el MUSA en 1994. Ambas versiones gráficas fueron donadas por el artista como referencia al proceso de elaboración del cuadro.