Esta escena de gran dramatismo representa el trágico momento que sucede a la muerte de un torero en la plaza. La composición está distribuida en dos partes, la mitad izquierda, donde yace el difunto sobre la cama mientras un sacerdote reza en la cabecera, y la derecha, donde se distribuye la cuadrilla del torero muerto. Destaca la expresividad en los rostros y actitudes de los miembros de la cuadrilla que muestran la desolación y desesperación ante la muerte del maestro. La obra es muy interesante desde el punto de vista temático ya que introduce una novedad dentro del género taurino y es su concepción como un gran cuadro de historia pero prescindiendo de la retórica propia de éstos. En cuanto a su técnica y estilo, aporta logros espaciales y lumínicos, así como gran calidad de matices del color que el autor fue perfilando a lo largo de los casi veinte años que tardó en su terminación.
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