Miguel Cabrera es uno de los pinceles más prolíficos e importantes de la Nueva España, contó con el apoyo y reconocimiento de ilustres personajes como el arzobispo Manuel Rubio y Salinas, de quien era su pintor de corte. Al centro de la composición aparece María vestida como una simple pastorcilla, mientras custodia a su rebaño auxiliada por un cayado. Las ovejas, apacibles, le ofrecen unas rosas que guardan en sus hocicos. Dos angelillos sostienen sobre su cabeza una corona engalanada por doce estrellas, mientras que al fondo de la composición se observa la eterna lucha entre el bien y el mal. San Miguel Arcángel, jefe de los ejércitos celestiales, vuela en el aire preparándose para el combate con la bestia, que en figura de Leviatán acosa en tierra a una oveja descarriada. La representación iconográfica de la virgen María como Divina Pastora se relaciona con la parábola bíblica del Buen Pastor; en este sentido, la Virgen es aquí aludida en su papel de corredentora de la humanidad. La imagen, derivada de los escritos del fraile capuchino Isidoro de Sevilla, La pastora coronada, 1704, y La mejor pastora asumpta, 1732, contó con gran popularidad y devoción en la Nueva España durante el siglo XVIII. Esta obra ingresó al MUNAL procedente de la Pinacoteca Virreinal de San Diego en el año 2000.
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