En 1940, Roberto Montenegro participó en la Exposición Internacional de Surrealismo, presentada en la Galería de Arte Mexicano en 1940. Realizada dos años después, La primera dama ilustra la afinidad del artista con los aspectos fantásticos e irónicos del surrealismo. Montenegro pinta una mujer altiva que mira de frente al espectador mientras se sienta en una caja de madera que contiene el busto esculpido de una niña sonriente. Su vestido de noche, sus zapatillas y guantes, así como sus angulosos rasgos europeos, su notorio maquillaje y su cabello cuidadosamente peinado, todos son indicios de su pertenencia a la clase alta. Su decadente elegancia refiere a las figuras femeninas con influencias del art nouveau que Montenegro realizó alrededor de 1910. Esta mujer ocupa un espacio enigmático ?una habitación de piedra o recubrimiento gris con un ventanal enorme que se abre a un paisaje montañoso y al cielo pleno. Montenegro tenía experiencia como diseñador de escenarios, y aquí parece que nos asomamos al escenario con una primera dama del teatro, más que a una primera dama de la política; si se trata de un retrato, la identidad se ha perdido. En el paisaje del fondo, un joven campesino vuela una cometa, otro se eleva y atrapa una nube que aparenta estar cortada en cartón, y que en particular, sugiere un escenario teatral. Una jovencita sosteniendo a un bebé con su rebozo escudriña hacia el interior de la habitación, sonriendo a la mujer madura como si se divirtiera con la escena que observa. En el primer plano se diseminan objetos que simbolizan la vanidad de la dama: una rosa, un bolso de noche, un libro abierto, un espejo y una carta. En esta imagen críptica y divertida, Montenegro contrasta el espacio interior con el exterior y los indígenas pobres con la rica cultura europea. Hace un comentario irónico sobre la vanidad de la mujer que envejece así como sobre aspectos de clase y raciales en México y, quizá, sobre la vida en el teatro. El artista también abordó estos temas en obras como Mujer en la ventana (1940) y otros cuadros de la década de los cuarenta, donde ubicó sus figuras en ambientes enigmáticos, creando imágenes provocadoras que incorporaron algunos elementos del surrealismo: sorpresa, yuxtaposición e incongruencia. Vid. Courtney Gilbert, Arte moderno de México. Colección Andrés Blaisten. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.
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