Obra de formato rectangular y desarrollo horizontal, en la que se encuentran hacia el extremo izquierdo dos ancianos conversando a la entrada de una cueva. Se trata de san Pablo ermitaño, quien está cubierto con un vestido tejido de palma, y de san Antonio Abad, que sostiene un largo cayado y viste un hábito frailuno que consiste en una túnica blanca y manto con capucha y escapulario de color café. Los dos personajes van descalzos. La cabeza del primero queda dispuesta de perfil y la del segundo de tres cuartos, si bien la calidad moral de ambos se expresa mediante el resplandor que despiden dichas cabezas, trabajado con base en finos rayos. Por la parte superior desciende un cuervo con una pieza de pan, mientras que a los pies de los ermitaños corre un riachuelo y se perciben algunos animales (un pato, un sapo, un conejo, una serpiente y una lagartija, amén de la concha de una ostra). Hacia el lado derecho de la composición queda un amplio y abrupto paisaje de muy alto horizonte trabajado en varios planos de profundidad, en el que destacan, bajo el dilatado celaje, unos macizos rocosos y montañas de perfiles ondulantes que van formando pequeños valles, con algunas frondas de árboles. En distintos lugares del paisaje hay cabida para la representación de empequeñecidas y abocetadas escenas secundarias: el momento en que un sátiro le indica a san Antonio el camino para encontrar a san Pablo; el alma de Pablo ascendiendo a cielo; el cuerpo de éste, muerto pero aún de rodillas, a la entrada de la cueva, tal y como le encontró, así como, también, los dos leones que habrían de ayudar a Antonio a cavar la fosa para enterrarle