La careta

Fue un artista que encontró en el dibujo su principal herramienta. Construyó su obra a partir de la línea a la que dio los valores y matices que dieron forma a las expresiones de su fantasía. La manejó con destreza para dejar un legado de personajes, casi siempre masculinos, en los cuales las características humanas se confunden con las del animal. En muchas de sus obras los rostros aparecen ocultos bajo una máscara que los transforma en peces, aves u otras especies. Tal es el caso del cuadro que ingresó a la colección inicial del Museo de las Artes (MUSA), en la que el rostro está cubierto casi en su totalidad con una careta de pájaro de enorme pico, que deja ver en su parte inferior la boca de un anciano de facciones casi animales.

Su iconografía se mantuvo constante a lo largo de su trayectoria artística, siempre enfocada a develar el misterio del ser humano y a penetrar en el lado oculto de las apariencias. El artista solía describir su obra como el encuentro de lo racional con lo irracional, tal como lo demuestran esas figuras de contornos precisos trabajados con plena conciencia, rigor y pulcritud, en los que a pesar de la carga intelectual que reflejan los temas, se asoman entre sus líneas las sombras siniestras del instinto.

La paleta de Huerta fue de tonos planos, sin matices, con predilección por los rojos. El color está delimitado por zonas bien definidas por el dibujo. Su pintura, tanto como sus dibujos y grabados, estuvieron dotados de una formalidad clásica de ecos renacentistas poseedores de una elegancia que contrasta con los personajes contradictorios cargados de maldad y de grandeza.