Nacido en Alemania poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial, Anselm Kiefer estudió cómo se entrelazan ciertos elementos de la mitología con la historia alemana, y cómo fueron utilizados por el nazismo. A mediados de la década de 1980, el artista amplió su iconografía para abordar temas más universales, como la civilización, la cultura y la espiritualidad, inspirándose en la Cábala, la alquimia y la mitología, entre otras fuentes. En Las célebres órdenes de la noche, el artista se autorretrata como una figura solitaria que yace sobre un suelo reseco y resquebrajado, bajo el inmenso manto de las estrellas. A Kiefer le fascina el firmamento nocturno y las diferentes interpretaciones que ha recibido a lo largo de la historia, especialmente aquellas que lo describen como un reino divino y misterioso que nos recuerda nuestros orígenes y nuestro destino. “La espiritualidad”, explica el artista, “consiste en conectar con un conocimiento más antiguo e intentar descubrir una continuidad en las razones por las que buscamos el cielo. El cielo es una idea, una parte de [...] un conocimiento antiguo”.