Esta pintura pertenece al final del período barcelonés de Broto, uno de los más fecundos de su producción, y en el que formó parte del Grupo Trama hasta finales de los setenta. Este colectivo preconizaba la "vuelta a la pintura", por lo que Broto se posicionó como uno de los mejores exponentes de la llamada Pintura-pintura reivindicado la abstracción frente a la figuración. Este cuadro, oscuro y melancólico se encuentra en sintonía con "Subida a la Montaña", también fechado en 1984, año en el que realiza varias pinturas en las que contrapone paisajes a elementos antrópicos introducidos en ellos, en este caso en este caso un geométrico sendero que penetra entre esquemáticas montañas en medio de las tinieblas, "paso requerido" hacia la luz. Como apunta Bonet, el lírico, feliz y efusivo Broto, revelado a comienzos de los ochenta, empieza a convertirse en este año en un místico y visionario, y a recorrer territorios menos amables que aquellos donde anteriormente había descansado.
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