Virgen con el niño

En 1528 llega a Granada el arquitecto y escultor burgalés Diego de Siloé para continuar las obras de la Capilla Mayor del Monasterio de San Jerónimo, cedida por el emperador como lugar de enterramiento de Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán.Aunque de su padre, el escultor Gil de Siloé, aprendió las técnicas para trabajar la piedra y la madera, su estancia en Italia será decisiva para asumir como propio el nuevo lenguaje del Renacimiento, tanto en arquitectura como en escultura, a través del estudio directo de las obras de los maestros italianos.Para la iglesia del referido monasterio realizó una modesta sillería de coro, decorada a base de los característicos grutescos del renacimiento italiano. Estos motivos combinan elementos vegetales y animales dando lugar al diseño de seres híbridos absolutamente fantásticos. Para el respaldo de la silla prioral, la más señalada por presidir el conjunto, talló este bajorrelieve de la Virgen con el Niño.No toda la obra estaba realizada en madera cruda. Algunas zonas como la cenefa del manto y los grutescos fueron dorados y policromados, como puede verse a través de los restos conservados.En esta pieza se pone de manifiesto lo aprendido por Siloe en Italia, tanto por las referencias directas a las madonnas como por la técnica de ejecución que recuerda el stiacciato (en español “aplastado”) utilizado por Donatello. Esta técnica consiste en adelgazar los planos y en aplicar las leyes de la perspectiva para conseguir efectos de profundidad en soportes de poco grosor.La Virgen, vestida según la moda de la antigua Roma, abraza al Niño acercándolo dulcemente a su mejilla. Sobre su cabeza dos bichas sostienen una venera o concha, símbolo asociado desde la antigüedad a la diosa Venus, pero que al cristianizarse indica que el personaje que cubre es digno de veneración y respeto. En conjunto la obra transmite la sensación de serenidad y clasicismo que distingue el arte renacentista.