Esta obra, procedente del Monasterio de la Cartuja, de la cual se conocen otras dos réplicas, correspondería al grupo de pinturas de mediano formato que Fray Juan Sánchez Cotán realizó para las celdas de monjes. En una estancia en penumbra la Virgen, ayudándose de la luz que proporciona una vela, despierta al Niño para darle la papilla que tiene preparada en una pequeña sartén, que vemos a la izquierda del cuadro junto a un jarro y un candelabro.Aunque en el tenebrismo barroco es habitual recurrir a luces artificiales, de las que muchas veces se ignora la procedencia, la originalidad de este cuadro de Cotán consiste en la retórica de la luz, en cómo utiliza dos fuentes distintas para iluminar el espacio, manteniendo la penumbra sin romper el ambiente de silencio e intimidad, a la vez que los hace evidentes al espectador. Por un lado recurre a la luz cálida de una vela para iluminar el primer plano degradando su intensidad hacia atrás. Por otro, para no crear un fondo neutro y oscuro acude a una chimenea encendida que ilumina suavemente ese plano y contribuye a crear la sensación de profundidad. En este recurso se ha querido ver la posible influencia que pudo ejercer, quizás simple coincidencia, en el pintor barroco francés Georges de la Tour, posterior a él.Además del diálogo silencioso entre madre e hijo y del ambiente creado, tan en consonancia con la religiosidad cartujana, destaca como Cotán repite siempre el mismo rostro femenino en sus representaciones marianas, como podemos comprobar si observamos su Inmaculada.
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