The Wake

En su juventud, José María López Mezquita (1883-1954) fue un asiduo de las exposiciones a las que concurrió en diversas ocasiones, cosechando premios que le proporcionaron éxito y prestigio. En la exposición Nacional de 1910 participó con dos obras: el retrato de La familia Bermejillo y El velatorio, aunque solo obtendría medalla por el retrato de grupo de los Bermejillo y no por El velatorio, contra todo pronóstico. Es una obra que, como no podría ser de otro modo, llama poderosamente la atención de todo aquel que la observa, por lo inusual del asunto, desgarrado y cuando menos chocante. Está inspirada en una página de la España primitiva y profunda que mantenía vivas costumbres ancestrales que hoy han desaparecido y no reconocemos. En este cuadro de grandes dimensiones (200 x 300 cms), José María López Mezquita nos introduce en la la escena del velatorio de un niño gitano que se desarrolla en el interior de una cueva, un tipo de vivienda muy frecuente entre la población gitana de la Granada de entonces. Alrededor del ataúd los personajes cantan, bailan, beben, lloran y tocan las palmas. El mismo López Mezquita relata en una carta a su amigo José Clará el trabajo en el que se hayaba inmerso: “Estoy pintando un cuadro que es una costumbre gitana (un velatorio), y es una fiesta alrededor de un cadáver de un niño pequeño. Las figuras están sentadas alrededor cantando y tocando las almas mientras una gitana baila y la familia, cerca del cadáver, llora y se tira de los pelos. Por la sola enumeración del asunto, comprenderá la serie de dificultadas que encierra para no resulte una cosa ridícula y grotesca”. Es un trabajo de descripción antropológica, lleno de contrastes donde se se confrontan la vida y la muerte, la alegría y el dolor. La tragedia hecha fiesta, la alegría y el llanto se fusionan. La muerte del bebé, la experiencia de la muerte se expresa con toda su drama y a la vez es mitigada por una danza que es expresión desgarrada y afirmación del cuerpo y la vida. La música el vino producen una especie de catarsis en una parte del grupo del velatorio. La explicación que algunos autores han encontrado a esta macabra dualidad la encontraron en la creencia de que el alma inocente de un niño, siempre que estuviera bautizado, cuando fallece va derecha la cielo.