De los pintores mexicanos que, habiendo estado en Europa, se reincorporaran al ambiente cultural de los años veinte, debe mencionarse a Manuel Rodríguez Lozano quien, junto a Diego Rivera, fue uno de los artistas que más se propusieron sintetizar su contacto con las vanguardias en el alcance de una genuina expresión de lo mexicano. Rodríguez Lozano se hizo cargo de continuar el método de dibujo de Adolfo Best Maugard en los programas de la Secretaría de Educación Publica; allí tuvo la oportunidad de formar y encauzar la vocación artística de otros pintores como Abraham Angel y Julio Castellanos. La ramera es una de sus mejores obras tempranas, que obedece a su inquietud por abordar los personajes citadinos, con franca crudeza y alejada del pintoresquismo de los tipos indígenas, sin olvidar de su memoria estética los colores vistos a los fauves y Matisse, admirados durante su larga estancia parisina. El óleo apareció ilustrando un número de la revista Forma, en la que también se daba cuenta de las opiniones de algunos críticos europeos -como André Salmón y Alberto Prebisch- sobre su pintura.
Vid. "El pintor Rodríguez Lozano" en la revista de artes plásticas Forma. Dirección de Gabriel Fernández Ledesma. Vol. 1, Núm. 4, México, 1927: Edición facsimilar del Fondo de Cultura Económica, serie de revistas literarias mexicanas modernas, 1982