La influencia china en las artes decorativas novohispanas fue muy grande. El conjunto de tibores de la colección Franz Mayer, a manera de espejo, ofrece los ricos patrones orientales y su resignificación en el mundo virreinal.
El primero, de porcelana vidriada, debe insertarse en el periodo de transición del gobierno del emperador Kangxi (1654-1722), ya que en su diseño se reincorporó el azul cobalto y la producción se trasladó a fábricas privadas, cuando anteriormente pertenecía exclusivamente a la corte imperial.
Los tibores fueron objetos de gran relevancia en el ajuar doméstico de la Nueva España, donde se utilizaron para almacenar agua, aceite o especias. Esta pieza poblana está decorada con crisantemos y helechos, retomados del imaginario oriental. La ruta mercantil entre las Filipinas y el puerto de Acapulco facilitó la llegada de productos de cerámica china y, a partir de estos, los loceros novohispanos pudieron reinterpretar los patrones orientales.
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