Las escenas de playa son las que dieron a Sorolla mayor fama, y con justicia: constituyen su aportación más personal y el campo temático que mejor se prestaba para desarrollar su infatigable interés por la captación de la realidad en su perpetua transfiguración por obra de la luz, y para exhibir su virtuosismo en representar el más móvil de los escenarios posibles: el agua, siempre en movimiento, sus transparencias, reflejos, reverberaciones.
La elección de un punto de vista alto que suprime el cielo y el horizonte es sin duda un recurso para evitar el deslumbramiento y analizar mejor los matices del color en que se descompone la luz cegadora de la playa: blanco, rosa, malva, azul.