El arte moderno mexicano también se nutrió de la actividad cosmopolita de artistas que trabajaron mayormente en el extranjero, como el mencionado Angel Zárraga y Miguel Covarrubias. Hijo de una acomodada familia porfiriana que prosperó aún más después de la Revolución, este último radicó en las años veinte en la ciudad de Nueva York como agregado del consulado mexicano, gracias a nexos y recomendaciones. Sus cualidades como dibujante lo convirtieron en el afamado caricaturista de la revista Vanity Fair y Fortune. Su relación con el ambiente artístico e intelectual de México fue constante y su incursión en la pintura se mantuvo de siempre afectada por las cualidades de síntesis formal, propias de la caricatura. No obstante, sus pequeñas acuarelas sobre los tipos mexicanas están llenas de gracia y dignidad, así como de una soltura expresiva en los trazos y gestos del color. La visión de Covarrubias sobre México siempre transitó entre la visión romántica del mundo indígena y la plausible calma de la estabilidad, supuestamente alcanzada con la Revolución. Vid. Adriana Williams. Covarrubias. Austin, Texas University Press, 1994.
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