En 1963, Jorge de la Vega profundizó la ruptura de los límites del lenguaje pictórico con la serie conocida como "Monstruos", que continuó hasta 1965. Esa ruptura se basaba en la expansión de la tela al espacio mediante la inclusión de objetos diversos, aunque manteniendo la estructura del cuadro. En "Pruebe de nuevo", un rostro, probable moldura de ornamentación arquitectónica se desplaza en una secuencia resuelta en distintas técnicas, pero siempre frontal, hacia el límite de la tela. Este rostro calcado dista de ser una figura fantasmal para tornarse una presencia física que impele al espectador desde la duplicación.