Crepúsculo es una de las ochenta obras que Martín Malharro expuso en la Galería Witcomb a su regreso s la Argentina, en 1902. Aquella exhibición, fundacional en el arte argentino, causó rechazo en los especialistas de la época. El ambiente no estaba preparado todavía para asimilar los cambios que se avecinaban. El arte aceptado era el naturalismo verista de la generación del 80, pero la modernidad comenzaba a introducirse en nuestro país y lo hacía de la mano del movimiento francés que había influido a Malharro durante su permanencia en París: el impresionismo.
En este óleo el sol poniente se adivina en la derecha por las sombras proyectadas y la luz, todavía intensa, en la copa de los árboles. Son los restos del día que con su calidez se resisten a irse. Simultáneamente, el azul de la oscura noche invade de sombras diluyendo los perfiles de la nutrida arboleda. Los árboles, como todos los elementos de la naturaleza, comienzan a adquirir caracteres sobrenaturales en esta pintura. Un paisaje insuflado por su propio espíritu y emociones.
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