La obra de Carmen Calvo destaca en el panorama nacional e internacional. En su dilatada carrera artística, iniciada a mediados de los años setenta del siglo XX, ha ido configurando un lenguaje plástico personal, en constante renovación. Esta pieza es representativa de su producción de los años ochenta y de su devoción por Matisse, sobre la que ironiza tomando una imagen arquetípica de artista fauvista, multiplicándo casi "ad infinitum", extrayendo el color, que se separa de las formas y los contornos para componer un lenguaje menos figurativo y jugando con la apariencia de collage. Se trata de una estampación serigráfica en la que la autora juega con un aparente recorte de la obra Matisse "La blusa rumana" (1940), creando la apariencia de "falso" collage. El busto femenino de Matisse, ha sido vaciado de color y estos colores - azul, amarillo, rojo y carne - se han transformado en pequeños toques que desfiguran las formas. El color y la repetición le sirven para crear una composición extensiva que supera los límites de la pantalla de estampación, sobrepasando los márgenes imaginarios y reales de la estampa.